Edimburgo, capital de los festivales culturales
Euskara. Kultura. Mundura.
A partir de las próximas semanas y hasta otoño la rica producción de los y las artistas vascos también llegará a Edimburgo. Y es que, en esta época del año, la capital de Escocia se convierte en la capital del mundo en lo que a festivales culturales se refiere.
Como ya conocéis, este año Escocia es el objetivo principal de nuestras actividades. Presentaremos allí una importante muestra de la cultura y el arte vascos y, tras llevar una representación de nuestra música al festival Celtic Connections de Glasgow (el festival musical de invierno más importante del Reino Unido) a finales de enero, a partir de las próximas semanas y hasta otoño la rica producción de los y las artistas vascos también llegará a Edimburgo. Y es que, en esta época del año, la capital de Escocia se convierte en la capital del mundo en lo que a festivales culturales se refiere.
Creadores de múltiples disciplinas artísticas llegados de cualquier parte del planeta presentan su trabajo ante un público heterogéneo, que incluye un gran número de profesionales del sector cultural. En primavera y, sobre todo, en verano el ambiente cultural y artístico que se vive en la ciudad atrae no solo a talentos de todo el mundo, sino también a público foráneo ávido de conocer qué se cuece en el mundo en términos culturales. Así, cada año por esas fechas se concentran en Edimburgo más de 3.000 eventos diferentes, 25.000 artistas y creadores y más de 4 millones y medio de espectadores llegados a la ciudad desde 70 países diferentes.
Ese enorme movimiento cultural tiene su origen en el final de la Segunda Guerra Mundial. En 1945, por iniciativa de Rudolf Bing, un empresario austríaco que huyó de la Alemania nazi, se creó un comité para la organización de un festival de música y artes escénicas que impulsara un nuevo “florecer del espíritu humano” y convirtiera a Edimburgo en destino cultural para los ciudadanos europeos, dotando así a la capital escocesa de una nueva identidad. Ese comité decidió que sería en 1947 cuando se celebraría la primera edición y así fue: en ese año nació el Festival Internacional de Edimburgo, y junto a él también el Festival Internacional de Cine de Edimburgo y el festival Fringe.
Edinburgh International Film Festival (EIFF) surgió en 1947 con la ambición de convertirse en el festival internacional de cine más importante del Reino Unido, bajo la denominación de International Festival of Documentary Films. En la actualidad depende del Centre for the Moving Image, institución nacional centrada en el desarrollo en Escocia de una industria cinematográfica dinámica y exitosa. En este festival se trabaja desde el convencimiento de que ver, hacer y comprender cine sirve para transformar vidas. Partiendo de esa base, explora nuevas ideas en torno al cine y ofrece a espectadores locales y extranjeros una rica programación compuesta por cine documental, de ficción, cortos y cine experimental, dedicando especial atención a los nuevos talentos. En sus inicios presentó la obra de cineastas como Roberto Rossellini, Robert Flaherty o Jacques Tati y, a partir de la década de los 70, bajo la dirección de Lynda Myles, primera mujer que llegó a dirigir un festival internacional de cine, se convirtió en escaparate del nuevo cine americano: su apoyo resultó definitivo para directores como Brian De Palma, Martin Scorsese o David Cronenberg. También fue pionero en las retrospectivas dedicadas a Douglas Sirk, Werner Herzog y Martin Scorsese, este tipo de ciclos se tornó habitual también en el resto de festivales de cine.
Hablando de cine, pronto daremos a conocer los detalles de la presencia del cine vasco en Escocia, en el Edinburgh International Film Festival y en el marco de la programación de la plataforma CinemaAttic.
Sobre el festival Fringe hemos hablado ya en varios artículos. Un ecléctico punto de encuentro de culturas, se congratula por acoger a todo aquel que tenga una historia que contar y un espacio donde hacerlo y, tal como indica su nombre (fringe=límite), tiene como objetivo ir siempre más allá. En respuesta a ese espíritu innovador, en 1999 fue un pionero al ser el primero que, habiendo tomado conciencia de la practicidad de las nuevas tecnologías, presentó y comercializó la primera aplicación para teléfonos móviles que ponía a disposición de los visitantes toda la programación del festival.
Desde 1983 también la literatura ocupa un lugar preeminente en un verano plagado de cultura y arte como el de Edimburgo. En ese año se celebró la primera edición del Edinburgh International Book Festival. En poco tiempo se ha convertido en el encuentro literario más grande y más dinámico del mundo: en su inicio convocó 30 encuentros con autores; hoy se celebran anualmente más de 900 eventos, con oferta para todos los públicos, que reúnen a 200.000 personas en los jardines de Charlotte Square y aledaños, situados en el centro de la ciudad. Una de las señas de identidad del festival la marcan los debates y mesas redondas de alto nivel que acoge. Anualmente, acuden a Edimburgo escritores y escritoras de todo el mundo para compartir con sus lectores ideas, pensamiento, conocimientos y opiniones en torno a temas de la más absoluta actualidad. Y este año, a mediados de agosto, autores vascos acudirán a tan importante foro para aportar su punto de vista y dar a conocer diversos aspectos de nuestra cultura; Harkaitz Cano, Miren Agur Meabe, Uxue Alberdi, Bernardo Atxaga, Iban Zaldua y Eider Rodriguez.
Al mismo tiempo que esos festivales avanzaban en su trayectoria y ganaban en importancia, en los últimos años se han creado otros festivales centrados en disciplinas artísticas como el jazz y el blues, artes escénicas para niños, niñas y jóvenes; en el teatro underground o en la ciencia. A medida que también esos festivales se han ido convirtiendo en festivales de talla internacional, ofrecer excelencia en arte, cultura y ciencia se ha convertido en una de las señas de identidad de Edimburgo. Por eso, cada año la capital escocesa es cita ineludible para miles de amantes de la cultura y el arte.