Estibalitz Urresola: "El euskera tiene valor narrativo en la película"

Euskara. Kultura. Mundura.

10-05-2023

Estibalitz Urresola Solaguren (Llodio, 1984) es una cineasta vasca. Tras más de una década trabajando en el sector audiovisual y dirigiendo numerosos géneros y formatos desde el cortometraje al largometraje, Urresola entiende lo audiovisual como un proceso de relación, aprendizaje y transformación. Ha dirigido, entre otras películas, ´Nor nori nork´ (2019), ´Polvo Somos´ (2020) y ´Cuerdas´ (2021). Su último trabajo, el largometraje ´20.000 especies de abejas’ (2023), está teniendo un gran éxito en festivales internacionales y salas de cine.

Ambientada en el País Vasco, la película ‘20.000 especies de abejas’ narra la historia de Coco (Sofía Otero). La película aborda el tema de la identidad de género, la transexualidad en la infancia y la diversidad de estructuras familiares y sociales, entre otros temas.

Fue un hito para el cine vasco el estreno de esta obra de Urresola en el Berlinale. Ha sido la primera película vasca en competir en la Sección Oficial del Berlinale. Allí, Sofía Otero ganó el Oso de Plata a la mejor interpretación. Posteriormente, el film también se ha llevado varios premios, como la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga. La película ha ganado recientemente el Grand Jury en el Seattle International Film Festival. 

Hablamos con Estibalitz Urresola sobre su último trabajo, la realización de cine en euskera y la internacionalización del cine vasco.

Echando la vista atrás, la película ´20.000 especies de abejas’ tuvo su primer contacto con el público en la Berlinale, donde tuvo un gran éxito. ¿Cómo fue lo vivido en Berlín?

La experiencia vivida en Berlinale fue fantástica, un regalo precioso. Nunca habíamos soñado con competir en la sección oficial, y la propia selección fue nuestro mayor premio. Aquella semana fue increíblemente bonita. La acogida de la prensa fue muy buena, en las entrevistas se notó que habían tenido en cuenta muchas capas de la película, y a nivel cinematográfico hicimos varias entrevistas muy buenas.

El día del estreno de la película fue uno de los días más emocionantes de mi vida. No me esperaba tal acogida del público, y ese cálido aplauso final. Eso fue muy importante, al fin y al cabo, en la presentación de la una película estás muy vulnerable por la incertidumbre, por no saber qué tipo de viaje va tener la película y porque no sabes cómo va a conectar con una audiencia que, en principio, creíamos tan lejana. Ver cómo el público respiraba la película fue muy bonito, a veces se reían, en otros momentos se palpaba tensión… Cuando tienes la oportunidad de comprobar todo esto in situ, entiendes que no hay fronteras entre las personas, ni entre los países ni entre las culturas, y que las emociones son un lenguaje universal.

¿Cómo fue trabajar con Sofía Otero?

Trabajar con Sofía fue un placer. Desde nuestra primera sesión vi que teníamos un canal de comunicación muy limpio y transparente y que me resultaba muy fácil hablar con ella de emociones y temas profundos. Esto ha sido algo que han destacado el resto de actores y actrices, que ha sido muy fácil trabajar con ella y que hemos tenido con nosotras una actriz de mucho nivel. Asimilaba muy rápidamente las indicaciones técnicas y artísticas. Sofía tenía nueve años en el rodaje y para el resto de actores ha sido especialmente fácil trabajar con ella. Sofía aportaba mucho a la escena.

 ¿Cómo fue el proceso de creación del personaje de Lucía?

La forma de trabajar con Sofía fue especial. Yo no quería darle el guion por adelantado, hasta cierto punto quería garantizar la frescura que ella traía. Si hubiera estudiado sus diálogos, probablemente no le daría a su personaje esa impronta. Hicimos juntas varias sesiones donde le contaba los hitos de las capas principales del guion, para que ella entendiera la dirección que tenía cada una de las relaciones que hay en el guion. Mientras yo se lo contaba, Sofía dibujaba esas relaciones. Hizo un resumen dibujado del guion y, día a día, fuimos trabajando en esas diferentes capas. En las secuencias dejábamos huecos, cuando otro día trabajábamos esa capa llenábamos esos huecos a través de sus dibujos. Esta forma de trabajar nos llevó mucho tiempo, pero creo que fue una fórmula interesante para que ella misma fuera completando con su imaginación y su universo emocional todo lo que faltaba.

En la película se utilizan el euskera, el francés y el castellano. ¿Cómo tomaste la decisión de compaginar las tres lenguas? ¿Influye o tiene algo que ver con la narrativa de la película?

Sí, por supuesto. Yo quería hacer una película por la diversidad y las lenguas también son testigos de esas identidades diferentes de la película. El País Vasco se refiere especialmente a las identidades culturales, al territorio separado por un límite y en el que conviven el euskera, el español y el francés.

Además, en este caso, el euskera tiene un valor narrativo en la película. Al personaje principal esta lengua le sirve para no declinar el género de sí mismo, porque el euskera tiene esa bonita peculiaridad. Además, el euskera también nos llevaba a través del personaje de la apicultora para recuperar un bello pasaje de la cultura vasca antigua. En este pasaje se cuenta cómo en el País Vasco las abejas fueron consideradas sagradas y la estrecha relación que se les atribuía con la unidad familiar. Este pasaje se recogía en una balada vasca y quise aprovecharla de una manera narrativa en la película. Por otro lado, volviendo al tema de la frontera, quería utilizar el concepto de frontera no sólo para representar la frontera geopolítica, sino también como un límite que esta familia tiene que superar.

Cannes, Berlín, Málaga… Estás llevando tus obras a todos los grandes rincones.

Es muy gratificante para mí ver que estos últimos trabajos están viajando por el mundo. En particular, porque las películas que hago están relacionadas con temas sociales, y es una oportunidad perfecta para transmitir a la gente esos temas y que lleguen al mayor número de personas posible. Poder presentar en estos espacios garantiza a la película un mayor recorrido. La presentación de ´Cuerdas´ en el Festival de Cine de Cannes o la de ´20.000 especies de abejas´ en el Berlinale, pone estos trabajos en el foco y otras programadoras a nivel mundial tienen la oportunidad de fijarse en ellas o de interesarse por llevarla a otros países. Esa es para mí la mayor victoria: ver que ese mensaje que quiero transmitir se va extendiendo.

¿Cómo ves la difusión del cine vasco desde tu punto de vista y trabajo?

Una vez terminada una película o un cortometraje ya no es tuya, es de todos los espectadores. Ese compartir me da mucha satisfacción. Todo esto es fruto de un largo camino, ya que terminé los estudios de grado hace 17 años y desde entonces he estado trabajando en el sector audiovisual, en la producción, en la televisión, en el cine e incluso creando mis propios trabajos, pero no ha sido hasta este momento cuando veo este florecimiento.

No sé hasta qué punto la brecha de género ha hecho que tardemos tantos años en vivir este momento. Hay estudios que dicen a qué edad llega una mujer a hacer su primer largometraje y normalmente son mucho más mayores que los hombres. Imagino que existe un problema estructural y ligado a la cultura de nuestra sociedad y a los ámbitos que ocupamos las mujeres. En los últimos años estamos hablando mucho de los trabajos de las mujeres, de los logros de las mujeres cineastas y hablamos tanto, porque seguramente no han estado antes, y en eso consiste la comparación. Sin embargo, diría que también esto es fruto de varias iniciativas. Por ejemplo, en el País Vasco el programa NOKA, una residencia artística dirigida a mujeres cineastas; la residencia Ikusmira Berriak, que desde el principio ha seguido el criterio de la paridad en sus selecciones; el programa Aukera de la asociación de cineastas vascas HEMEN y otras instituciones y agentes que adjudican las ayudas y subvenciones también han puesto en valor este factor. Por lo tanto, las mujeres cineastas ahora estamos viviendo este momento especial. Creo que el cine vasco se está extendiendo en general y en el ámbito técnico tenemos más y mejores profesionales. Eso también crea una oportunidad para atraer producciones extranjeras a nuestro país, lo que desarrolla y enriquece nuestro tejido.

Es evidente que todas las medidas que se ponen a favor de la cultura en este gran ecosistema tienen efectos, se ven a medio plazo y eso es lo que nos debe impulsar a largo plazo para poder ver más logros y resultados en el futuro. El impacto final que puede tener todo esto es la riqueza de la sociedad, cada vez es más democrática y diversa, donde personas de diferentes edades, géneros y niveles socioeconómicos tienen la oportunidad de contar sus historias y crear relatos.

Suscríbete a nuestra Newsletter para recibir más información.

Suscribirse