Teatro vasco: del gigante y la hormiga

Euskara. Kultura. Mundura.

03-09-2021

Existe una amplia escena teatral en el País Vasco. Aizpea Goenaga y Pedro Barea han recogido su historia y diversidad en el libro ‘BASQUE. Teatro. El libro pertenece a una colección dedicada a doce expresiones culturales impulsadas por el Etxepare Euskal Institutua. Esa primera edición se hizo hace 8 años, y actualizada, toda la serie se lanzará este año.

Los autores del libro se centran principalmente en la producción de teatro en euskera. Goenaga explica hasta qué punto el lenguaje es “muy esencial” en esta expresión cultural: “tanto en el desarrollo, en la producción como en la difusión. Las obras de teatro infantiles son las más representadas en euskera. Sin embargo, hay muy pocas empresas profesionales que produzcan obras de teatro solo para adultos en euskera”.

La segunda característica o condición principal del teatro en euskera es la movilidad. El grupo suele representar sus obras en cada pueblo o teatro una sola vez; el modelo de presentación del teatro vasco es de bolos sueltos. Si tienen dos versiones, una en euskera y otra en castellano, suelen hacer dos sesiones en el mismo teatro, pero no es habitual actuar en el mismo lugar más de un día o dos.

Como resultado, las producciones son fáciles de montar, de pequeñas dimensiones, con pocos actores y escenografía mínima. El tercer rasgo sería la falta de producción pública de teatro vasco. Y, sin embargo, "el nivel de creación del teatro es altísimo".

Una breve historia del teatro vasco

Los bailes, fiestas y otras manifestaciones rituales proceden de la antigüedad en el País Vasco. Las imágenes que han aparecido en las cuevas vascas también muestran que ya por aquel entonces realizaban danzas rituales. “Afortunadamente, especialmente en Iparralde, las expresiones teatrales tradicionales han sobrevivido a medida que la sociedad avanzaba”, detalla. Las pastorales y las mascaradas son ejemplos de esto. Además, las expresiones populares basadas en la oralidad han sobrevivido en todo el País Vasco.

El primer texto teatral recogido en papel data del siglo XVIII: se trata de ‘Acto para la Nochebuena’, de Pedro Barrutia, que fue escribano en Mondragón. Esta breve obra fue descubierta en el siglo XIX y fue publicada en la revista Euskalzale por Resurreción María Azkue.

Después de los siglos XVIII y XIX, Goenaga cuenta cómo el teatro vasco alzó su mirada al mundo. Corría la primera mitad del siglo y comenzaron a atender preocupaciones universales autores como Toribio Altzaga (San Sebastián, 1861-1941), convirtiéndose en uno de los impulsores más importantes del teatro vasco. Nada más empezar a trabajar, Altzaga y sus miembros prepararon un extenso repertorio de obras y las interpretaron por todo el País Vasco.

El teatro vasco revivió durante la Segunda República. Tenía un carácter grupal marcado, así como también se caracterizaba por su carácter colectivo. Era una actividad para la diversión. Reunió a diferentes generaciones y difundía valores. En general, se convirtió en una herramienta muy poderosa para fortalecer el euskera.

Después de la primera década de la dictadura franquista, poco a poco, el teatro fue reviviendo. Muchas fueron obras promovidas bajo los auspicios de la iglesia; el objetivo era mantener vivo el euskera y el nacionalismo. Con los años sesenta y setenta llegan al teatro vientos innovadores, y frente a los valores tradicionales, populares y cristianos de siglos anteriores, diversos grupos de jóvenes comienzan a realizar un teatro moderno e innovador.

Así, el desarrollo del sector llega con los primeros años de la democracia. También se reforzó su nivel artístico, principalmente en castellano, aunque también en euskera, sobre todo en espectáculos infantiles. Los grupos y actores y actrices de teatro vasco hicieron un gran trabajo en la normalización de la lengua, trabajando contra el euskera excesivamente técnico y a favor de la creación de una lengua viva.

De esta forma, el libro repasa las asociaciones de los primeros grupos de teatro, los festivales de teatro, los primeros grupos profesionales vascos, las redes de teatro, la creación de escuelas y conferencias y encuentros. Además, repasa la creación de las primeras subvenciones, colaboración con organismos públicos… El proceso de profesionalización del sector, en definitiva. El trabajo de los actores y las actrices salidos/as de los grupos o escuelas era de alto nivel, los técnicos pasaron a especializarse y los/as directores/as también desarrollaron un lenguaje dramático.

Teatro precario y de calidad

El primer rasgo que destaca la autora sobre el teatro del siglo XXI es la precariedad de sus creadores/as y personal. “Por un lado, se realizan montajes de gran calidad, tanto artística, estética y poéticamente, como en cuanto a los temas abordados, pero el paradigma del mundo global también llega a nuestro escenario; es decir, aunque la calidad del teatro es muy buena, otros hábitos de consumo cultural han provocado un declive del público”.

Tras repasar las dos últimas décadas, Pedro Barea examina los temas del teatro vasco, comenzando por el teatro de la época franquista. Nacionalismo, identidad, terrorismo, mitos, guerras, la tensión entre el bien y el mal...

También analiza lo que las mujeres han aportado al teatro vasco en el apartado ‘Impulso femenino en la escena vasca’. En cuanto a los tiempos heroicos del teatro alternativo, el liderazgo y el liderazgo de algunas mujeres son bastante notables; destacan en la dirección y el liderazgo Ofelia Rivero (Ateneo, Akelarre) y Maribel Belastegi (Orain) que, junto a la histórica titiritera Enkarni Genua (Txotxongilo), Carmen Ruiz Corral (Denok y Escuela de Vitoria) y Maite Agirre (Agerre Teatroa) constituyen una vanguardia, casi la generación de 1960/1970. Una leva posterior y brillante sería la de 1980 con Yolanda Martínez (líder del grupo Mari Urrike), ElenaArmengod (de la compañía Bekereke, autora de Cuando el hielo arde) y Elena Bezanilla, profesora en Andalucía. Helena Pimenta (UR, Nacional de Cataluña, Centro Dramático Galego y Dramático Nacional en 2011, directora sobre todo y dramaturga), Ana Pérez (Legaleon), la directora y actriz Olatz Beobide, Mireia Gabilondo (Antzerti, Tanttaka), Agurtzane Intxaurraga (Hika), entre otras.

También destaca muchas obras y explica cómo la temática trabajada no siempre ha sido feminista. Sin embargo, se señala que, a la hora de abordar determinadas cuestiones, no es paradójico que predomine la mujer. En cuanto al género, han prevalecido tres temas: “por un lado, la acción política de una cultura machista; por otro, la visión de las mujeres que luchan por la liberación sexual; y finalmente, el tema de un individualismo y realización personal mucho más universal, que también es compartido por los hombres, pero que es más difícil de lograr como mujer”.

Para cerrar el libro, se repasa la diáspora de los/as artistas vascos/as, se analiza la infraestructura del sector y se reflexiona sobre su futuro.

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